La lista de títulos de Dora Barrancos es tan larga como su intachable trayectoria. Licenciada en Sociología (UBA), Maestría en Educación (Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil), Doctorado en Historia (Universidad de Campinas, Brasil). Los postgrados logrados en Brasil no se deben a una decisión arbitraria ni caprichosa: Dora y su esposo debieron exilarse en el país vecino en mayo de 1977 durante la dictadura cívico-militar que asoló Argentina entre los años 1976 y 1983. Finalmente, volvió al país en 1984. Un par de años después empezó a trabajar en el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), donde en 2010 fue nombrada directora, en representación de Ciencias Sociales y Humanas. Entre sus libros y producciones académicas, se destacan "Cultura, educación y trabajadores (1890-1930)", "Inclusión/exclusión. Historia con mujeres", "Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos", "Mujeres, entre la casa y la plaza".
-Como Fundación estamos preocupados por el país en todos los niveles: social, económico, político, cultural. Queremos saber qué trabajos estás haciendo actualmente y las cuestiones que estás analizando.
–Yo soy investigadora del CONICET desde hace muchos años y me dedico a la investigación histórica. Y dentro de ésta, a la que analizó, desde hace más de veinte años, las relaciones de género, la revolución femenina, y más recientemente, la historia de las diversidades del sexo genéricas. Eventualmente, como soy socióloga, hago incursiones estrictamente cronometrizadas en la actualidad. No hago historia si no es con los ojos puestos en el presente. Porque el presente es la condición de posibilidad de hacer el todo. Varias escuelas historiográficas formulan que la historia no se hace con los faroles para atrás, sino para adelante; no hay pregunta inspirante que se le formule al pasado si no tiene algún trazo de la circunstancia del presente. He sido partícipe desde el 2010 en el CONICET de la convicción que tuvieron los gobiernos kichneristas: no hay posibilidad de desarrollo económico sin desarrollo científico y tecnológico. Esta visión expandió la ciencia y la tecnología en Argentina. Fueron años geométricamente expansivos: recordá lo que era el Consejo en los noventa, lo debilitado y envejecido que estaba, sin planta creativa. Las huellas dejadas por las configuraciones neoliberales que gobernaron el país desde lo económico, alejaron la ciencia del Estado.
-¿El intelectual fue en algún momento de nuestra historia un enemigo?
–No exactamente. Pero el intelectual es crítico, insubordinado, insurgente. Y ahí lo inductivo se compadece con una cierta paranoia contra todo lo que está implicando renovación, cambio. Mirá las clases dominantes de Brasil, por ejemplo. Han apostado que la renovación puede venir por el espacio científico y cultural. Exactamente lo contrario a lo que está pasando acá ahora. Y esté el gobierno de turno que esté. Ahora se trata de inculcar que lo científico y tecnológico es gasto. Independientemente del compromiso que tengas en lo mediato, no se puede, por ejemplo, cortar líneas de investigaciones fundamentales que son de larga vía. El Estado no puede litigar. Cuando investigás fármacos, el gasto es altísimo y el tiempo que se tarda es muy largo hasta que el producto investigado se pueda comercializar.
En Argentina y en cualquier país de América Latina, salvo Brasil, el Estado es decisivo. Después están los empresariados. Hay algunos que son schumpeterianos y otros contra schumpeterianos.
(Nota: Joseph Schumpeter, austríaco.1883-1950. Destacó por sus investigaciones sobre el ciclo económico y por sus teorías sobre la importancia vital del empresario, subrayando su papel en la innovación que determinan el aumento y la disminución de la prosperidad. Popularizó el concepto de destrucción creativa como forma de describir el proceso de transformación que acompaña a las innovaciones. Predijo la desintegración sociopolítica del capitalismo, que, según él, se destruiría debido a su propio éxito)
-Te iba a preguntar exactamente esa cuestión. Un ejemplo de economía donde el economista es Schummpeter, la innovación y esta renovación
–Hay atmósferas que se tienen que generar; esto es inercial en nuestros grupos empresariales, siempre con la idea “yo no voy a arriesgar”, y el inmediatismo, la idea del retorno inmediato. Nuestras fuerzas vivas empresariales son anti schumpetereanas, claramente. Vuelvo al ejemplo de Brasil, cuando Fernando Enrique Cardozo privatizó las empresas, hizo que al compromiso de la privatización todas devengan para un fondo de sostenibilidad científica y tecnológica. ¡Imaginate eso acá!
-¿Hacia dónde va y qué es lo que está haciendo el CONICET?
–El CONICET está sobreviviendo como puede .Lo expansivo, ya no existe, hay una limitación enorme al número de ingresantes lo que contribuye al descrecimiento de las plantas. En los años noventa, el CONICET no tenía prácticamente ingresos, el empobrecimiento era feroz. Lo importante de estas instituciones es la renovación demográfica, para renovar el temple investigativo. Hay que expandir para darle oportunidad a las mentes luminosas, que las hay y muchas. Eso es democrático, también. La idea individualista y neoliberal de que lo hacés solo es muy desatinada y poco eficaz. En este momento, el CONICET boquea. Están entrando entre cincuenta y sesenta por ciento menos de investigadores de lo que antes entraba, el presupuesto se ajustó muchísimo, estamos bajo la línea de flotación. No hay recursos para la sostenibilidad y el funcionamiento de las unidades, ya no te digo comprar equipos. Y mirá que el equipo que tenía el laboratorio de Eduardo Hartz era increíble. Pero el equipamiento hay que actualizarlo. Y con la inflación y la disparada del dólar, decime cómo vamos a hacer…
-No estamos igual que en el 2004…
–Jorge Aliaga (Nota: Decano de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires) hizo el análisis de los presupuestos doce, trece, catorce y quince. En cualquiera de los ítems vos te das cuenta que hubo una notable regresión del presupuesto. El CONICET es un organismo autárquico con un Ministerio notable soporte. Las relaciones siempre fueron fluidas, pero ahora con esto de la Secretaría-cosa rara-estamos en una zona de nadie. La autarquía voló por los aires.
-Corriéndote un poco del CONICET, nos interesa mucho una cuestión que tiene que ver con tu trabajo y es el rol preponderante que tenés dentro del feminismo. ¿Toda la vida te sentiste feminista?
–Fui una niña envalentonada (Sonríe). Creo que mi padre era un poco pro feminista y mi madre una mujer muy inteligente. De adolescente tenía esa tontería de querer ganar una discusión a los varones, por ejemplo. De joven adherí con mucha convicción a la transformación de la sociedad para hacerla más justa. El giro lo di cuando me fui al exilio. Hubo un homicidio de una mujer de sociedad, muy hermosa. La razón del homicida, el marido, fue el adulterio. Mis amigas brasileras feministas daban por descontado que yo era una de ellas, por mis ideas avanzadas. El impacto me lo provocó el abogado del asesino que dijo que la defensa iba a ser sencilla por tratarse de “defensa del honor”. Al individuo le dieron tres años, después dos. Creo que estuvo detenido uno solo. Eso fue un antes y un después. En ese momento, la dictadura caía y la movilización de mujeres fue muy importante, se hicieron públicas manifestaciones contra esta posición brutal del Código Penal. Ahí pude leer un texto maravilloso, que recomiendo mucho “Nuestro cuerpo, nuestras vidas”. Es una especie de anatema contra todas las fórmulas de tratamiento que la medicina hacía del cuerpo de las mujeres. Me marcó, me maravilló. Las mujeres descubrimos que el cuerpo es patrimonial, no del patriarca. Es mío, esto es mío. Lo que le hacen a mi cuerpo se lo hacen a la humanidad femenina que estoy representando. La injuria que recibo es política, interpretada y explicada por una malla social que autoriza el patriarcado.
-¿Qué ha ganado y ha perdido el feminismo desde aquella lejana década del sesenta a la fecha?
–Vamos por las pérdidas. Ese feminismo perdió algunas costumbres que no eran interesantes. Era un feminismo muy de gueto, con ciertos ritos de iniciación. Algunas usábamos feministrómetro, era notable (Ríe).Nos quejábamos de la poca incidencia que tenía nuestra lucha, pero éramos bastante insidiosas en el cálculo del gueto. Se ganó muchísimo. Hoy hay movimientos de masa feminista, veo chicas con pañuelos verdes anudados, es toda una incursión en ese sentido, más allá del aborto. Hay gente sub veinte, hay una épica, una convicción anti patriarcado que viene antes de lo teórico. Muchas de estas jóvenes no han leído una sola página, nada de epistemología feminista, sin embargo tienen un sentido completamente renovado acerca de la dignidad de sí mismas.
-Dejaron de ser tema de nicho para pasar a ser tema cotidiano, un avance en la sociedad muy fuerte.
–Existe una masividad feminista extraordinaria. Las masculinidades están en tránsito de una revisión. Pienso en la gente joven, sin la mochila de la experiencia, capaz de poner términos, enunciar bien las cuestiones. La audacia de la juventud. Hoy es más fácil cambiar de sexo o género que cambiar a una institución el sentido burocrático. Queríamos hacer un doctorado de género en el Mercosur, allá por el dos mil uno, dos mil dos. Las brasileras, siempre dispuestas. ¿Sabés qué pasó? No pudimos pasar el problema de las titulaciones, no pudimos resolver el tema registral. Increíble. Las vueltas que dan los protocolos son tantas que cansan a los letrados. Recuerdo en el CONICET una reforma relacionada con la equidad de género. Se requería para los investigadores cada dos años un informe, de manera inexorable. Para los asistentes, uno al año. El informe es, en términos sencillos, lo que hiciste en todo un año. Las mujeres que acababan de parir, por esta resolución, tenían la obligación de presentar un informe; entonces acordamos que en el año del alumbramiento se pedía una prórroga de un año. ¿Cuál era el problema? Decían: No porque el Estatuto blablabla. Finalmente, pudimos destrabarlo, después de cuatro meses.
-Desde tu visión de historiadora, y habiendo vivido en el exterior y exiliada. ¿Dónde creés que va el país?
–Hemos pasado por cuestiones insondables e inexpugnables. Tengo un cálculo optimista, en la población argentina hay sístole y diástole. A veces anda por una, otras por otra. Sigo pensando que este es un país con condiciones de posibilidad. Tiene, más allá de las crisis distributivas de hoy día, algo muy difícil de encontrar en el resto de Latinoamérica: lo letrado básico. De algún modo le permite al argentino zonas de racionalidad. Yo sigo pensando que la actual situación política se beneficia con el antagonismo del odio a Cristina. Es un odio de constitución. De momento la situación es gravísima y creo que se va a agravar aún más.Pero es el optimismo que te da la acción humana. Si no hago nada no va a pasar nada. Lo primero que necesita la situación es mi propio compromiso.
Producción:
Responsable General: José Lezama
Presentes en la entrevista: José Lezama
Edición: Pablo Miranda
Coordinación y Organización General: Viviana Noir / Alan Cosentin
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