El stent cardiovascular consiste en una pequeña malla metálica que evita que las arterias vuelvan a cerrarse después de una angioplastía. Si los logros de un médico se midieran por la cantidad de vidas que ha contribuido a mejorar, los del doctor Julio Palmaz equivaldrían a la población de un país como Australia. Además del stent, este prestigioso médico argentino creó 16 productos innovadores asociados a la cardiología, publicó decenas de libros dedicados a la especialidad y es integrante del comité editorial de prestigiosas revistas.
Oriundo de la ciudad de La Plata y alumno de su universidad, via skype y desde de la costa oeste norteamericana donde tiene su laboratorio, concedió esta entrevista con el equipo de GEO.
-¿Cómo se inclinó a estudiar medicina y luego su especialidad, cardiología?
–(Sonríe) Elegí medicina de un modo casual, no es que hice un estudio muy consciente acerca de cuál era la mejor área que podía ajustarse a mi talento. Me pareció interesante, aquellos amigos que admiraba también la habían elegido, y eso me ayudó con la decisión. También me gustaba la ingeniería, en esa época andaba muy bien en las ciencias básicas y exactas. Me encantaba todo lo que fuera laboratorio, fisiología, química.
-¿Por qué cardiología?
–Eso tuvo que ver con un episodio personal y doloroso. Mi padre político necesitaba un bypass, de hecho tuvo una de las primeras operaciones de bypass múltiples, en una época donde no existía el bypass cardíaco; él era candidato al trasplante, ya no tenía ventrículos y acarreaba una historia de infartos consecutivos. Lamentablemente, no sobrevivió y allí empecé a interesarme por la coronariopatía isquémica y la insuficiencia cardíaca. Surgían los primeros estudios de enfermedad cardiovascular y allí se me abrió una ventana. Recuerden que el bypass coronario era una operación espectacular, más o menos como mandar un hombre a la luna, por el costo, el riesgo y el esfuerzo. Pensé ¿Y si esto se puede hacer más sencillo?
-Imaginamos que allí surgió la génesis del stent…
–La verdad es que cuando vine a Estados Unidos no tenía mucha idea de lo que iba a hacer. Me interesaba definitivamente la parte vascular, así que durante la residencia estuve trabajando con intervenciones percutáneas, introducción al catéter y pensé:esto es el futuro. Después las oportunidades aparecieron y pude aprovecharlas.
-Se trata de relacionarse y ver quiénes están en la misma sintonía de uno
–Sí, sí. Cuando me preguntan qué es lo más importante para un desarrollador nuevo, le digo que es la actitud de hacer algo positivo y significativo. Estar siempre atento a las oportunidades que puedan darse.
-¿La anécdota de que su garaje funcionaba como laboratorio de pruebas es real o sólo un mito?
–(Ríe, tira su cabeza para atrás) Es verdad, una vez que surgió la idea del stent, mi garaje se convirtió en mi laboratorio, allí tenía todos los elementos para mis prototipos. Aclaro: la mayor parte del desarrollo fue teórica, trabajé dos años sin haber puesto esto en ningún animal; sólo jugaba con tubos, alambres, soldaduras. Era divertido y fascinante.
-¿Se considera un inventor?
– Creo que es tener la actitud y buscar la oportunidad: para mí ha sido un modo de vida. Hoy veo una oportunidad de inventar en todos lados, no sólo en medicina; la tecnología nos brinda herramientas para hacer cosas nuevas, por eso inventar se transforma en estos tiempos en un nuevo deporte.
Julio Palmaz figura dentro de las 500 personalidades del Salón de la Fama de los Inventores, cuyos aportes han representado avances significativos para la humanidad. Comparte cartel en este salón sito en Ohio, Estados Unidos, con personalidades como Edison y los hermanos Wright, siendo uno de los dos latinoamericanos presentes. Patentó su stent en 1988.
-¿Sus mentores quiénes fueron?
–Cuando cursé medicina era la época de los grandes profesores, un poco intocables e inalcanzables. Ellos fueron mis mentores, y tuve la oportunidad de hablarles como estudiante avanzado o de postgrado. Teníamos una idea romántica acerca del profesor, fuente de toda la sabiduría y experiencia, y eso nos creó la necesidad de llegar a ese nivel, de alcanzarlos.
-Una especie de enciclopedia viva…
–Claro… ahora hay una tendencia a bypasear, la súper especialización nos ha dado eso, pero en aquellas épocas uno pensaba que tenía que saber todo ante de ir a algún tema en particular. Hoy no es necesario, cerrarse nos empieza dar una visión tubular, así que no creo sea indispensable la enciclopedia viviente para innovar (risas)
-Entiendo que usted viene regularmente a nuestro país y participa de actividades. Debe tener una sensibilidad muy especial por haber estado tantos años afuera y ver lo que pasa acá.
–Haber nacido argentino me dio la ventaja a la hora de comparar. Nosotros tenemos ventajas en nuestro sistema cultural respecto a los chicos americanos, y esa mirada me ha ayudado a entender los dos sistemas. El sistema americano es excelente, no quiero ser crítico, pero allí la carrera médica y la especialización van por el mismo camino. En Argentina tenemos una cultura más universal, más amplia, nos brinda mucha más flexibilidad para elegir. Puedo cambiar de dirección en el momento apropiado, cosa que allá no es posible. A mí me dio una gran confianza haber pasado todas las equivalencias sin ningún esfuerzo. Y todo gracias al contenido curricular de la Universidad de La Plata, estaba muy bien preparado. Yo pensaba lo contrario: acá están todos preparados e informados, pero fue al revés el aventajado era yo.
-Acá tenemos la posibilidad de una apertura más amplia, pero creo que su generación fue la última de “grandes profesionales”, aunque cada tanto aparezca alguno que nos orgullezca.
–Yo tengo una visión distinta. Veo en los Congresos a los colegas argentinos y hay una actitud de liderazgo, de ganador, todavía presente, como en mi época. Son muy competitivos, diestros, ágiles, mucho más que alguno de los europeos o de los Emiratos Árabes, por ejemplo.
-No hablo del enfoque universitario sino de necesidad de solucionar problemas, algo nos está faltando. Quizá esa generación que usted ve logre cosas de acá 20 años en nuestro país.
–Es verdad que los investigadores en Argentina trabajan solos, sin apoyo. De allí viene ese instinto de supervivencia y competir sin elementos. Les puse el ejemplo de los Emiratos porque allí es todo lo contrario: tienen desmedida cantidad de recursos, más de los que ellos mismos pueden pensar, pero no tienen la imaginación para hacerlo. He hablado en Abu Dhabi con el Ministro de Salud, y le expliqué que no se puede crear de la noche a la mañana la cultura en un país tan joven por más recursos que tengan, porque no saben cómo emplear los recursos; exactamente lo contrario a nuestro país, donde hay carácter y ansiedad por mejorar. Claramente no va a salir un Premio Nobel de estos países en los próximos años. A veces es preferible ambición y ejemplo que recursos.
-¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
–Hace tiempo me canalicé en materiales nuevos, implantables. Venimos investigando esto con mi compañía de manera privada hace 20 años, desarrollando materiales y medios de fabricación nuevos para desplazar los sistemas tradicionales y mejorar los productos. Hace poco di una charla en Buenos Aires y expresé que el futuro es la nanotecnología. Todo va a ser química en el futuro .De aquí a 50 años ya no introduciremos aparatos dentro del ser humano sino que va a ser todo a base de nanotecnología y computación. Se podrán hacer instrumentos para inyectar elementos básicos para que esta histoarquitectura se forme en su lugar. Existirán aparatos u órganos semi-inyectables para poner en el cuerpo.
-Con ese planteo cambia su lógica de atender esa problemática
–Se puede empezar a trabajar, los elementos hoy están alcance de la mano. Las nanogears de carbono son el elemento básico hoy en día. Usando bases químicas hoy se puede pensar en nanobloques ensamblables.
-O sea que el médico va a terminar siendo un poco ingeniero
–Creo que en el futuro se va a trabajar en equipo, cada uno con su computadora interviniendo una parte específica. Otros estarán coordinando toda esa gente, tal vez con grandes modelos donde cada uno pueda visualizar lo que está haciendo. El hombre biónico podría existir, con un gran porcentaje de elementos protésicos insertos dentro de un cuerpo; el futuro será transhumanista, tejidos semi sintéticos reemplazarán parcial o totalmente tejidos dañados. Tal vez no existan médicos tal cual los conocemos hoy, serán equipos; el médico será el planeador, la persona con la visión y el criterio para fijar los objetivos. Después, computación, materiales y nanotecnología.
-Esperemos que se accesible para el mundo
–La investigación en nanobloques es sencilla, no se necesita una gran infraestructura. Empezar por lo simple: usar partículas de 1.1 nanómetro de diámetro, armar un bloque que me va a servir como partícula elemental…después empezar a crecer.
-¡Nos está contando un futuro increíble!
–(Sonríe) Esto llevará años, la tecnología actual, el stent, las válvulas implantables. Tienen fecha de vencimiento. Ahora se empieza con algo nuevo, es tiempo de cambiar. Es como cuando empezó la revolución industrial, y los motores de explosión interna reemplazaron las maquinas de vapor, piensen que las primeras computadoras fueron rechazadas en el mundo por disruptivas, y ahora. No hay que tener una resistencia al cambio.
Producción:
Responsable General: José Lezama
Presentes en la entrevista: José Lezama
Edición: Pablo Miranda
Coordinación y Organización General: Viviana Noir / Alan Cosentino
Permitida su reproducción sin citación de fuente
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